Se ha dicho por parte de las autoridades que desde el 03 de enero que el país está preparado para enfrentar la emergencia por COVID-19, que se sostuvieron conversaciones con China y diversos países para analizar los muestreos, que las situaciones se previeron, que nuestra red hospitalaria estaría preparada y que la población podía estar tranquila. Desde nuestra vereda, trinchera, o primera línea – como se llama curiosamente ahora, haciendo un parangón extraño con quienes defendieron el derecho constitucional a la manifestación en Plaza Dignidad -, hemos constatado desde hace tiempo que la realidad marca, lamentablemente, lo contrario al discurso público de nuestras autoridades.
Hoy Santiago está viviendo días de colapso de nuestra red hospitalaria, con muertes extrañas en urgencias de la red de hospitales públicos, con esperas de 10 horas en ambulancias – simplemente porque no hay espacio -, con más de mil funcionarios y funcionarias de la salud contagiados por falta de equipos de protección personal, con hospitales nuevos que fallan increíblemente, no por haberse entregado de forma apresurada (tarde y mal en el caso del Félix Bulnes), sino que aludiendo, extrañamente, a la “falta de capacitación”, de los funcionarios respecto al uso, por ejemplo, de un ascensor. La situación de los respiradores, las camas UCI llegando a un 90% de ocupación y la falta de insumos para la aplicación de test PCR en la red privada son señales evidentes que el colapso está aquí.
La autoridad ha tomado decisiones equivocadas en función de mantener la economía de algunos en pie. Quisiéramos ver prudencia allí donde nos encontramos autoridades invitando a la ciudadanía a tomarse “una taza de café con los amigos”, o donde vemos alcalde abriendo, y cerrando pronto, centros comerciales que ningún rol, más que la propagación de la enfermedad, cumplen en los tiempos de pandemia, quisiéramos ver una cuarentena total donde los habitantes no debieran sufrir por la falta de recursos y nos topamos de golpe con leyes que solamente vulneran el derecho a un empleo digno y, últimamente, el bolsillo de los trabajadores y trabajadoras. Así la situación es desesperada y vemos que la clase política se nubla en discusiones inútiles. Sí, en plena época de pandemia, nuestra clase política deambula en sus propios fantasmas y no en el esfuerzo colectivo de hacer sus propios sacrificios, en este caso monetarios, para superar la crisis.
Hoy nos hablan de “batallas” y otros términos asociados a la guerra. Pero esta no es una guerra, la salud pública no es una batalla, los pacientes y los funcionarios contagiados no son héroes. Esta es una pandemia que afecta no solo a los grupos de riesgo y exige para superarla el compromiso y responsabilidad de todas las autoridades, las personas, y el nuestro.
Nosotros, los funcionarios y funcionarias de la salud, hemos estado y vamos a seguir estando. Enfrentando de la manera que podamos y con los recursos que tengamos esta pandemia, pero es una lucha difícil, porque también nos embargan los propios temores respecto a esta enfermedad y vemos con pánico como la red hospitalaria simplemente va destinada al colapso, como una película anticipada, ya vista varias veces, donde la escena final se muestra en cámara lenta y el destino, el cruel destino, es irrevocable, indetenible, y las consecuencias las pagan, una y otra vez más, los más pobres de nuestro país.
Lina Córdova Mangili
Presidenta Fedeprus Metropolitana
Fotografías:
Radio Cooperativa
Radio Universidad de Chile